martes, 16 de julio de 2019

El Prometeo II en el Guadiana

Por Manu Iglesias

Subiendo el Guadiana sorprende la cantidad de casas de guardiñas abandonadas e imponentes castillos que tenían por misión vigilar la frontera. Hace años bajamos en kayac el Miño . Otro río fronterizo. De igual modo impresionan las enormes fortalezas que se desafían a ambos lados de la frontera. Hoy pasamos de un lado a otro con la misma moneda y usamos el mismo móvil sin enterarnos más que por el cambio de hora. Echando la vista atrás conmueve el enorme sufrimiento causado por las fronteras, por los enfrentamientos que en la actualidad nos parecen absolutamente estúpidos. Todavía hoy mueren cientos de personas todos los años intentando cruzar fronteras de forma ilegal al tiempo que los gobiernos gastan ingentes cantidades de dinero en defender la soberanía nacional, su integridad territorial o lo que llaman derecho de ciudadanía. 

 Nuestra verdadera patria es nuestro barrio, nuestro pueblo y nuestra familia. Las relaciones con nuestra comunidad más íntima no se basan en contratos ni imposiciones gubernamentales, son voluntarias y recíprocas, al margen del Estado, quizás por eso este desconfía de esas relaciones y las pretende sustituir o enmarcar dentro de sus programas y acciones de gobierno. 

 En el Guadiana, como una metáfora de un nuevo mundo que debería tender a diluir las fronteras, sobre la otrora “ raia “ imaginaria, flotan embarcaciones enarbolando todo tipo de pabellones. Son marineros sin más y entre todos reina un espíritu de camaradería que traspasa nacionalidades. En si mismo son una comunidad al margen del idioma que se hable abordo. Supongo que cada uno tendrá sus preferencias - a mi popa amarra un velero inglés de dos mástiles con ese raro aparejo que creo se llama wisbor - inspirado en las tablas de surf. No se si han elegido ellos el aparejo, o la compra fue una oportunidad. En cualquier caso veo como una pareja ya mayor cuida su embarcación con esmero. Para ellos será la mejor del mundo. Nunca montaría un aparejo sin obenques, me parece muy débil aunque quizás esté equivocado y Sean mis prejuicios los que me hacen pensar así, pero respeto enormemente a mis actuales vecinos de muelle y estoy seguro que podría aprender mucho de ellos.



Te mando esto amigo Enrique, porque la estupidez de las viejas fronteras me recuerda a los debates que se suelen exacerbar sobre el acero y la fibra. Algún día lo comenté. Nadie compra por razones lógicas, sino por emociones, por pertenecer a una comunidad. Lo sabe bien los fabricantes de coches o las marcas de moda. El metal no lo veo en contra de nadie, lo siento como una familia, una comunidad que sin contratos ni razones lógicas adoptamos y al adquirir ese sentimiento de pertenencia, defendemos a nuestro barrio, a una pequeña comunidad de la que nos sentimos parte.  

Pero también defiendo que la gente pueda escoger la forma en la que quiere vivir, incluso defiendo su derecho a equivocarse. Creo que solo los errores enseñan y que solo los que han culminado una vida llena de tropiezos acaban siendo sabios. A los errores les debemos el conocimiento humano, a fin de cuentas la evolución no es más que un cúmulo de errores. Algunos mejoraron el ADN de sus progenitores para adaptarse a un entorno y otros lo pagaron con su vida. Su sacrifico también nos fue útil a los demás porque nos sirvió para corregir el rumbo de nuestras vidas, Creo que aquí en el Guadiana hay muchos así. Escogieron el barco que quisieron o el que pudieron, pero son responsables de sus decisiones y asumen sus propios errores sin echarle la culpa a nadie. Dicen que nuestra mente se configura nada más nacer y la misma experiencia es contada por dos bebes de forma diferente. Uno dice: -el vaso se calló y otro dice - se me calló el vaso. 

 Dicen que solo aquellos que se hacen responsables de sus aciertos y errores alcanzan el éxito, aunque este consista en algo tan modesto y sin más aspiración que llevar una vida tranquila en un barco de cualquier material, edad y forma, en el Guadiana .

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